Señor director:

En respuesta a la columna de Daniel Mansuy titulada como esta carta, publicada el 9 de noviembre, cabe afirmar que el entorno social no debe entrometerse en la identidad de género de cada persona, pues ésta es la vivencia interna e individual del género como cada persona la siente. No se justifica que la sociedad deba injerir en ella, menos si solo lo hace cuando se trata de personas trans y no personas cisgénero -aquellas cuyo sexo biológico coincide con su identidad de género-, lo que es  discriminatorio.

Mansuy se refiere a la agresividad que envuelve estas discusiones. Efectivamente hay agresividad, pero no de quienes defienden el derecho a la identidad de género, sino del Estado cuando no reconoce ni protege la identidad de las personas trans; cuando para obtener reconocimiento legal deben someterse a exámenes físicos y psicológicos muchas veces vejatorios, y cuando las personas trans son asesinadas simplemente por tener una identidad distinta a la esperada por la sociedad.

Las políticas de Estado nunca son neutrales. Tampoco la heteronormatividad dominante, que reconoce categorías binarias de sexualidad donde solo es posible ser hombre o mujer, lo que depende exclusivamente del sexo biológico al nacer. Hasta ahora, solo esas personas son dignas de reconocimiento y protección del Estado.

No se trata de desconocer el cuerpo, pues la identidad de género incluye su vivencia , sino de reconocer un derecho humano. La identidad se muestra desde los primeros años, pues niños y niñas nacen sin estereotipos ni roles de género, por lo que manifiestan genuinamente su identidad.

Jimena Lizama
Directora Jurídica Fundación Iguales

Ver carta original en La Tercera