Señor director,
La ley de identidad de género, pospuesta una vez más en el Senado, salva vidas. Esta ley me da identidad, derechos y me otorga la posibilidad de una vida mejor. Esta ley que siguen retrasando evita asesinatos, insultos e historias que apenas aparecen en los medios. Esta ley evita que las tasas de suicidios entre adolescentes trans sigan aumentando en Chile, país que ya tiene una de las mayores a nivel adolescente entre los países de la OCDE.
Muy a pesar de esto, algunos senadores siguen convencidos de que esta debe excluir a niños, niñas y a adolescentes, argumentando que nos hacen un favor al impedir que accedamos a ella. ¿Qué favor nos pueden hacer cuando sin tener derecho a nuestra identidad nos niegan el acceso a estudiar y debemos cambiarnos de colegio –por ser rechazados– constantemente? ¿Qué clase de ayuda es negarnos acceso a la salud porque nuestro carné no nos representa? La senadora por mi región, Jacqueline Van Rysselberghe, nos responde argumentando que un niño o niña podría arrepentirse de solicitar el cambio de sexo registral en el futuro.
Soy trans desde que nací y jamás me he arrepentido de ello. Sí de la sociedad en la cual habito, la misma que saca leyes cuando alguien muere y la misma que hoy me niega la posibilidad de definir mi propia identidad. A todos quienes el miércoles decidieron dilatar nuevamente la ley de identidad de género quiero preguntarles cuántas personas trans, y sus familias, deberán sufrir para que ustedes aprueben una ley que me devuelva mi dignidad.
Francisco Emilio Cerpa, activista trans.
Vicecoordinador de Iguales Biobío