Santiago, 27 de abril de 2012

“hay que ayudarlos a sobrellevar ese peso, que yo lo compararía, por ejemplo, con un niño que nace sin un brazo. Es una desgracia y hay que asistir a ese niño para que su limitación no le impida llevar una vida lo más común posible”,
Cardenal Medina

Una vez más somos testigos de la incitación al odio hacia la comunidad LGBT que emana de las palabras de una figura perteneciente a la jerarquía eclesiástica católica. No es la primera vez que el cardenal Medina emite juicios de valor frente a las personas de la diversidad sexual, lo último fue su pronunciación frente al AVP, a través de una carta dirigida al Presidente de la República. El religioso se ha empeñado en denostar el actuar de la comunidad LGBT, tergiversando información y entregando estadísticas irreales.

Sus dichos, constituyen un grave atropello al respeto y dignidad de las personas, sosteniendo como único argumento la orientación sexual diversa y la forma en que cada ser humano decide llevar su vida. Sabemos que la libertad de expresión pasa por el respeto y tolerancia a las opiniones diversas, sin embargo, creemos que los medios de comunicación utilizan la figura del señor Medina como un recurso generador de polémica, consiguiendo lamentablemente que sus declaraciones constituyan una fuente de información oficial y fidedigna.

Es cierto que muchos homosexuales han sufrido y continúan sufriendo a diario, no obstante el mayor sufrimiento no tiene que ver con su orientación sexual como tal, este no surge por generación espontánea, sino más bien con las consecuencias que trae consigo el odio de aquellos que no aceptan una forma diferente forma de vivir la sexualidad. Ya sea manera verbal, como es el caso del Cardenal Medina, ejerciendo prácticas discriminatorias en los más variados escenarios o llegando a la violencia física. Esto reafirma que mientras no exista una ley antidiscriminación basada en la educación, palabras como la de este sacerdote, seguirán causando sufrimiento y justificando actos de violencia, sobre todo a quienes a pesar de su orientación, se consideran fieles a una fe.

Es gratuito atribuir grados mayores de violencia a los homosexuales solo por el hecho de ser homosexuales, así como lo sería afirmar que todos los sacerdotes son pedófilos. Del mismo modo, resulta inaceptable que hable de compasión hacia la comunidad LGBT y los discapacitados. Básicamente porque ningún ser humano merece ese sentimiento de conmiseración y lástima independiente de la realidad que viva. Situar en el mismo escenario a homosexuales y discapacitados es insistir en que existe un espacio de lo «normal» versus otro que merece ser castigado y destinado al sufrimiento.

Por último, hay que señalar que la visión reduccionista de la población homosexual a personas tristes y desamparadas, es miope, egoísta e ignorante. Dada su postura homofóbica podemos entender que el Cardenal Medina no razone sobre el amor de un hombre hacia otro, no obstante, esto es algo que va más allá del entendimiento, tiene que ver con una capacidad de amar que supera la razón, una capacidad en la que al parecer la jerarquía eclesiástica no quiere creer.

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