Hace siete años era impensado imaginar que Fundación Iguales llegaría a ser lo que es hoy. Comenzamos siendo un puñado de personas con la esperanza de articular y representar el discurso de quienes no se atrevían a alzar la voz, hasta convertirnos en una gran y afianzada familia, que se hace parte de la discusión en pos de la igualdad de derechos y la no discriminación por identidad y expresión de género u orientación sexual.
A partir de la fundación de Iguales, no hubo más descanso para todos quienes percibimos en el activismo la forma de generar un discurso y respuesta articulada a nuestras vivencias en la vereda de los ciudadanos de segunda categoría. Las prioridades del primer año –2011– fueron el impulso a la ley antidiscriminación y la actual ley de unión civil, sin nunca renunciar al matrimonio igualitario.
Cuando escuché el concepto de “sociedad civil organizada”, no sabía si las personas de la diversidad sexual tendríamos garantías de igualdad en el trato y/o normas que regularan el resultado de la convivencia entre parejas del mismo sexo; ni si podría influir en la educación, para que fuera no sexista; ni si las personas trans podrían vivir plenamente su identidad, sin tener que pasar por procesos patologizantes. Sin embargo, tenía la certeza de que desde esa trinchera se encontraba la solución para hacerle frente a todas las situaciones de vulneración que vivía en mi día a día por el simple hecho de reconocerme como mujer lesbiana: “Que los cambios sean un cúmulo de tus acciones”, me dije, y así se ha mantenido hasta hoy.
A lo largo del camino ha habido un montón de cambios: de ser 20 voluntarios solo en Santiago, remando todos hacia donde se creía que era lo correcto, pasamos a ser más de 200 activistas a nivel nacional, con metas y objetivos concretos en 5 regiones; de quedarnos hasta las tantas de la mañana pensando en posibles intervenciones, a tener el apoyo de un grupo de profesionales que vela día a día por alcanzar nuestros objetivos.
Así hemos logrado un piso mínimo de avances hacia una sociedad igualitaria, como la ley antidiscriminación, la unión civil, incidir en una serie de políticas públicas en materia educacional para niños, niñas y adolescentes LGBT o educar comunidades rurales y redes de profesionales. Actualmente nuestro norte está en lograr que todas las personas de la diversidad sexual y de género en Chile tengan los mismos derechos que el resto de la ciudadanía y se les garantice una vida digna, con acceso al matrimonio civil, al reconocimiento de derechos filiativos, y de identidad, a través de una ley que busca adecuar los documentos de identificación de las personas trans.
Sabemos que aún falta mucho por lograr en cada una de nuestras demandas. No desconocemos que el mero hecho de la entrada en vigencia de tal o cual ley no evite que nos sigan discriminando. Es más, hay algo que en Iguales tenemos del todo claro y es que el valor de nuestra identidad es algo que no se puede transar: entre más difícil se ponga el camino, más corazones se nos unirán dispuestos a luchar.
Constanza Figueroa
Coordinadora Nacional de Activismo
Fundación Iguales
Lee esta columna en El Mostrador