Señor Director,
El rechazo a la visita oficial de Jair Bolsonaro no es una incomprensión de las labores de Estado, sino una reafirmación del compromiso de los chilenos con un Estado que respete los derechos humanos.
Bolsonaro ha reivindicado las dictaduras de Brasil y de Chile, llegando a decir que Pinochet debió matar a más personas. No imaginamos frase más insultante para un país que conoció el horror de esos años. Concibe el Estado como un ente policial, donde la idea de orden está por encima de las libertades individuales. Se ha referido de un modo degradante en contra de las mujeres, personas de razas no blancas y defensores de DD.HH., y ha llegado a negar el cambio climático. A esto se suma su desprecio manifiesto por la diversidad sexual a lo largo de su carrera política, que no se ha quedado solo en palabras. Un decreto firmado durante su primer día de gobierno excluyó a las personas LGBTI de las medidas de promoción de derechos humanos. Sabemos además de los vínculos de su familia con los presuntos asesinos de la defensora de estos derechos, Marielle Franco, y del temor del diputado gay Jean Wyllys, compañero de causa de Franco, luego de recibir amenazas de muerte que lo obligaron a abandonar el país. Para él, la validación de la discriminación que incuban las palabras de Bolsonaro ha desatado la violencia de milicias y fanáticos en contra de personas y representantes de la comunidad LGBTI.
Es imposible distinguir una invitación a visitar nuestro país de la aceptación de estos discursos de odio, que redundan en un mayor peligro para nuestra comunidad, nuestras mujeres, las comunidades indígenas y las personas de otras razas y nacionalidades. En Chile hemos comenzado el año con una alarmante ola de violencia en contra de mujeres y personas LGBTI. En este sentido, la invitación a Bolsonaro sí que es darse un “gustito” peligroso.
Karen Atala, Emma de Ramón, Sebastián Gray, Alessia Injoque, Luis Larraín, Juan Enrique Pi, Pablo Simonetti, Directorio Fundación Iguales.
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