A un año de la muerte de Daniel Zamudio, nuestro mejor homenaje es aprender de su historia y tomarnos en serio la necesidad de lograr una mejor convivencia en la diversidad.

Hoy se cumple un año de la muerte de Daniel Zamudio, quien perdió la vida producto de una agresión homofóbica por parte de un grupo de personas en un parque público de la comuna de Santiago. Esta tragedia alentó la aprobación del proyecto de ley de antidiscriminación que llevaba cerca de ocho años tramitándose en el Congreso. Pero eso no basta. Es necesario hacer una reflexión más profunda acerca del fenómeno de la intolerancia y cómo enfrentarla.

La vida urbana en una sociedad democrática se trata fundamentalmente de lograr una convivencia basada en el respeto, en un contexto de diversidad. La única forma de eludir el requisito de respeto en la diversidad es haciendo ciudades segregadas, excluyentes y basadas en la supremacía social de unos sobre otros. Así ha sido Santiago tradicionalmente. No olvidemos que la Ocde nos ha galardonado recientemente como la ciudad más segregada entre sus países miembros. Los ricos por un lado, los pobres por otro; los homosexuales escondidos, los migrantes mal vistos; los jóvenes considerados una amenaza y los espacios públicos, un lugar peligroso.

Muchos estudios han mostrado que el sentimiento predominante en la sociedad moderna que emerge de esta realidad es la tolerancia a los que son distintos, siempre que no se crucen en el propio espacio. Vencer ese distanciamiento que vivimos en la ciudad segregada requiere de un cambio muy profundo en nuestros hábitos de convivencia. Implica aprender a vivir juntos, respetándonos, compartiendo el ascensor, teniendo a nuestros hijos en las mismas escuelas, frecuentando los mismos parques, haciendo las mismas colas para realizar trámites, usando los parques de forma que niños, jóvenes y adultos mayores se sientan integrados.

Nuestra capital deberá impulsar una agenda ambiciosa de reformas si quiere salir del estrado de las ciudades segregadas. La comuna de Santiago, en cambio, vive otro dilema. Por ser la comuna capital, Santiago es por definición un espacio diverso y poco segregado. Aquí se encuentran todas las clases sociales y se expresan todos los grupos que no se topan en ningún lado si no es el centro. Siendo una comuna de adultos mayores, es la que recibe más jóvenes estudiantes todos los días. Siendo una comuna que concentra tanto patrimonio, es la que recibe más inversión inmobiliaria, además de migrantes, artistas, comerciantes y marchas. Por eso Santiago tiene tantos conflictos, y por eso representa una potente oportunidad para hacer realidad la convivencia basada en el respeto, en un contexto de diversidad.

A un año de la muerte de Zamudio nuestro mejor homenaje es aprender de su historia y tomarnos en serio la necesidad de lograr una mejor convivencia en la diversidad. Garantizar un uso más respetuoso de los espacios públicos y una solución más justa a los conflictos vecinales. Asegurar que la diversidad social no se pierda y los más vulnerables no sean expulsados de Santiago. Promover una cultura de barrios que valorice la interculturalidad, garantizando una ciudad amable con las personas con discapacidad. Apoyar a quienes son víctimas de acciones discriminatorias, vengan de donde vengan. Para esto último estamos inaugurando nuestra Oficina Antidiscriminación, asegurando que otros jóvenes que enfrenten el acoso que Daniel vivió antes de ser asesinado tengan donde recurrir y reciban apoyo.

 

Carolina Tohá

Alcaldesa de Santiago

Consejera de Fundación Iguales

 

Foto: La Nación.cl