Durante la campaña presidencial de 2009 el entonces candidato Sebastián Piñera tomó una decisión audaz que remeció a la opinión pública: incluir a los homosexuales entre los grupos del segmento “La voz de los sin voz” de su franja televisiva. Se trataba de una gran innovación: era la primera vez que la centroderecha en Chile admitía que los homosexuales no tenían la suficiente voz y se mostraba a favor de reconocer sus derechos. En la práctica, esa decisión significaba un apoyo al proyecto de ley anunciado por Andrés Allamand: una unión civil que otorgara a parejas de igual o distinto sexo una alternativa intermedia entre la convivencia de hecho y el matrimonio.

El mensaje que el ahora Presidente de la República quiso transmitir con su franja fue que en Chile podía existir una centroderecha moderna, más inclusiva, que se tomara en serio el valor de la libertad y no solo la utilizara como bandera para justificar su política económica. Una centroderecha que demostraría que estaba capacitada para gobernar porque no tenía nada que ver con la dictadura y compartía los valores democráticos con la Concertación.

La polémica de la franja generó tres tipos de reacciones. Los conservadores manifestaron su indignación con lo que consideraron era una traición a sus principios morales. Un segundo grupo estuvo constituido por los liberales, quienes recibieron con entusiasmo la idea de la inclusión y la modernidad. Los escépticos, finalmente, se mostraron incrédulos: para ellos la famosa escena de la franja no era más que una utilización política de los homosexuales para captar los votos de centro que le permitirían a la coalición de centroderecha superar el umbral del 50% por primera vez en medio siglo.

Luego de tres años de gobierno, el estado de las cosas es incierto. Existe un proyecto de ley que no ha salido de la Comisión de Constitución del Senado. El statu quo deja contento al primer grupo, liderado por Carlos Larrain y Melero, guardianes de la moral decimonónica. También le da la razón al tercero: ¿Tuvo el Presidente una real intención de otorgar por primera vez en la historia de Chile derechos a las parejas del mismo sexo? Aún está por verse. Si pretende cumplir su palabra, es decir, dejar contento al segundo grupo y demostrarle al tercero que su desconfianza era infundada, el Presidente Piñera debe ponerle urgencia al AVP cuanto antes.

Habrá quienes piensen que eso no sucederá nunca. Que el término “derecha moderna” es un oxímoron. Quizá ignoran que no ha sido la izquierda la que ha liderado la legislación del matrimonio igualitario en Bélgica, Canadá, Suecia y recientemente en el Reino Unido. Chile se encamina hacia el desarrollo y aspira a parecerse a esos países. Está claro, pues, qué tipo de política debe aplicar.

Quienes han liderado las grandes transformaciones sociales de la historia también han encontrado una resistencia furiosa. Antes hubo quienes se opusieron a la abolición de la esclavitud, al voto femenino, al matrimonio interracial, a la igualdad de los hijos o al divorcio. Hoy están los que se oponen al AVP. Confío en que el Presidente sabrá estar del lado correcto de la historia.

 

Luis Larraín Stieb

Director Fundación Iguales

En La Tercera