Desde pequeños, nos enseñaron que no hay que hablar con extraños. Cuando asistimos al colegio, nos enseñaron que existen personas diferentes a nosotros que hay que respetar como los pueblos originarios, los extranjeros, a las personas de un color de piel diferente y a las niñas porque ellas son más débiles que los hombres y no se les debe pegar. Todo esto en la teoría, pero no en la práctica. Nos enseñaron el Qué, pero ¿Quién nos enseña el cómo?

Se conmemora un año de la muerte de Daniel Zamudio y aún quedan muchas dudas sin resolver. Lo que sí está claro es que fue asesinado y torturado por personas que rechazan y odian a las personas homosexuales. ¿Cuál es el origen de ese odio? ¿A qué se debe? Si desde pequeños, nos enseñaron que debemos respetar a los demás, aunque sean diferentes a nosotros, ¿Qué es lo que no se está enseñando bien?

En mi opinión, nos han criado en una cultura del terror. Somos un país que se denomina católico, solidario y que ayuda a los más necesitados. Aparentemente, deseamos ayudar a otros que percibimos en una posición de fragilidad, pero desde el temor. Le tememos a la pobreza, le tememos a quienes la padecen. Tenemos temor cuando se nos acerca alguien en la calle a pedirnos algo. Nos desborda la inseguridad cuando un desconocido nos habla, nos mira, se nos acerca. Más temor y rechazo nos produce si está mal vestido o tiene una apariencia extraña. ¿Cómo podríamos ayudar a algo que tememos y rechazamos profundamente? ¿Cómo podríamos tener compasión y sentir aprecio por algo o alguien que desconocemos?

De este modo, creo que la única forma en que podamos comprender cuál es el origen del odio hacia las personas que son diferentes, independiente de sus características, es la posibilidad de compartir en sociedad y que aprendamos a apreciar la diferencia, tomando distancia de la homogeneidad a la que acostumbramos. Los medios son responsables de crear imágenes y discursos sobre ciertos grupos, pero también nosotros. Cuando se asocia constantemente a los mapuches con el terrorismo, cuando se asocia a los inmigrantes con robos y estafas, cuando se asocia a los gays, lesbianas y transexuales con VIH y prostitución, cuando se asocia a los jóvenes con drogas y promiscuidad y podría dar muchos ejemplos más.

La única forma de que no se repita el triste crimen de Daniel Zamudio es que aprendamos a conocernos y estar realmente dispuestos a compartir y saber del otro. Conocer a mi vecino y también al que vive muy lejos de mi barrio o mi hogar. Conocer a las amistades de nuestros hijos, conocer a quienes trabajan con nosotros. Saber quienes nos rodean, cómo viven y qué piensan. Reconocer que en esa diferencia, esta la oportunidad de abrir nuestra mente y aprender a respetarnos con nuestras diferencias. De otro modo, convivir se torna una persecución constante.

Cuando uno se atreve a abrir la puerta de lo desconocido, se pierde el miedo para siempre. No hay que tener miedo de ser como uno es. Eso brinda libertad para que los demás también sean como quieran ser.

Pedro Uribe Roncallo

Comisión de Educación