Las últimas declaraciones del Papa Francisco han impactado en diversos sectores sociales, especialmente sobre quienes reconocen algún nivel de adhesión y pertenencia a algún credo, religión o espiritualidad, e incluso sobre quienes se han mostrado más resistentes y críticos a las intervenciones eclesiásticas sobre distintas materias de interés público.
La valoración que podemos hacer de las declaraciones de Francisco dependerá del tipo de sensibilidad religiosa que cada cual posea, así como también de la confianza que inspira el discurso religioso en general y su trato hacia la comunidad LGBTI en particular. Respecto a esto último, ensayamos algunas reflexiones.
Lo primero, valorar el giro comunicacional con que la Iglesia pareciera estar manifestando su posición doctrinal respecto a las personas homosexuales, desplazando el foco discursivo de la condena a la conducta homosexual, hacia la acogida y atención pastoral de la persona. En términos del lenguaje, Francisco es el primer Papa en utilizar la palabra gay para referirse a los homosexuales, revelando con ello sus esfuerzos por escuchar y dialogar con los modos con que el mundo contemporáneo se relaciona con la realidad de la diversidad sexual. Puede que para muchos/as esto último resulte ofensivo por su obviedad, sin embargo desde la cultura eclesiástica que representa Francisco, lo anterior admite, al menos, la lectura de un gesto decidido de apertura.
Para muchos gays y lesbianas que se reconocen católicos/as o que poseen algún vínculo histórico-biográfico con la Iglesia, escuchar las declaraciones de Francisco supone confiar que aquello que han heredado por tradición no se reduce solo a una condena; que Dios tiene algo que decirles, que la Iglesia tiene algo que proponerles y que frente a ello deben discernir y elegir no por defecto, sino en fidelidad a sus conciencias y actualizando el modo con que Jesús se relacionó con los excluidos de su tiempo. Nos guste o no, existen homosexuales que se enfrentan al dilema de tener que optar entre su identidad católica y su orientación sexual. Palabras como las del Papa ayudan, además, a legitimar dolorosos procesos de aceptación que muchas familias de origen católico requieren para acompañar bien a sus hijos e hijas. Y esto, sin duda, es una buena noticia.
Lo segundo, valorar la distinción que establece Francisco entre la Iglesia jerárquica y la Iglesia como pueblo de Dios , agregando que antes que “sentir con la jerarquía”, se trata de “sentir con el pueblo”, atender a las nuevas sensibilidades y escuchar los disensos que muchos católicos explicitan a propósito de las maneras con que el Catecismo comprende la homosexualidad. Las responsabilidades no son solo del clero, sino también del silencio de todos los laicos y laicas que piensan distinto y que poseen argumentos para corregir fraternalmente a sus pastores, toda vez que sus palabras se interpretan como ofensivas a la dignidad de la persona y en oposición al mensaje que se promueve desde la persona de Jesús, cuya fuerza radica en la compasión, la justicia y la igualdad de las personas ante los ojos de Dios.
Una Iglesia que escucha sería el primer gran desafío planteado por Francisco: “escuchar lo que se siente al crecer como niño y adolescente homosexual; prestar atención a los jóvenes que se sienten perseguidos o que son intimidados; tomar en serio la mayor incidencia de suicidios entre la juventud [LGBTI]; escuchar lo que se siente al ser adulto gay o lesbiana, particularmente dentro de la Iglesia; tratar de entender el sentimiento generalizado entre muchos católicos gays y lesbianas de que su propia Iglesia no los respeta” . En definitiva, se hace necesario corregir el lenguaje (homosexualismo, por ejemplo) y abandonar estereotipos y prejuicios para encontrarse con la persona real, esa que vive fuera de los textos de filosofía y teología.
Por último, queremos relevar la necesidad de que todo lo dicho sea coherente con una praxis evangélica que sitúe como centro a la persona, su dignidad y sus derechos. Aún no podemos exigir actos reparadores o acciones que ratifiquen un estilo que supere los discursos y prácticas homofóbicas en los que lamentablemente la Iglesia tiene responsabilidad discursiva y doctrinal. Tarde o temprano, la reparación, la apertura y la integración de la diversidad, serán los caminos que volverán a la Iglesia al centro de su misión: Construir el Reino de Dios que es amoroso e inclusivo, y para todos y todas.
1. http://www.latercera.com/noticia/mundo/2013/09/678-543264-9-papa-francisco-la-iglesia-no-puede-seguir-insistiendo-solo-en-cosas-como-el.shtml
2. Constitución Pastoral Gaudium Et Spes: Sobre la Iglesia en el mundo actual (GS) N° 16.
3. Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium (LG) Capítulo II, El Pueblo de Dios.
Lumen Gentium N° 33, 37.
4. http://www.americamagazine.org/content/all-things/respeto-compasi%C3%B3n-y-delicadeza
Autor: Comisión Ética y Espiritualidades de Iguales