Señor Director:

Entre 1993 y 1997, las iglesias evangélicas promovieron y defendieron en el Congreso una norma, que hoy se encuentra vigente en la Ley 19.638, en el proyecto de ley de libertad de culto. Esta norma señala que «ninguna persona podrá ser discriminada en virtud de sus creencias religiosas, ni tampoco podrán estas invocarse como motivo para suprimir, restringir o afectar la igualdad consagrada en la Constitución y la ley».

Es insólito y lamentable que hoy la mayor parte de sus esfuerzos, incluido su tedeum anual, estén destinados a evitar que exista una norma idéntica que en vez del concepto «creencias religiosas» contenga el de «orientación sexual o identidad de género».

Ayer pudimos ver cómo en los mensajes de Eduardo Durán Salinas, pastor gobernante del instituto pentecostal, y otros máximos líderes de la iglesia evangélica, rechazaban iniciativas como la ley de identidad de género o el matrimonio igualitario por considerar que «destruyen los valores de la sociedad», olvidando que dar igualdad de derechos a todos y acabar con discriminaciones estructurales es lo que nos enriquece como sociedad, tal como ellos lo exigían en la década de 1990.

 

Juan Enrique Pi.

Presidente Ejecutivo de Fundación Iguales.

 

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