El Presidente Piñera ha asegurado en todos los foros que el fortalecimiento de las familias es pilar fundamental de su gobierno. Si la protección del núcleo familiar constituyera una prioridad irrenunciable de esta administración, el matrimonio igualitario debería estar en el centro de su agenda. Sin embargo, no hemos sido testigos de esta mínima coherencia hasta ahora. Se acaba de cumplir un año del ingreso del proyecto de ley al Senado, sin que haya habido avance en su tramitación, mientras el Gobierno ha declarado que no está entre sus urgencias.

Son miles las familias ya formadas que están a la espera del pleno reconocimiento por parte del Estado. Miles los jóvenes que están atentos a la posibilidad de formar en el futuro una familia con plenos derechos y responsabilidades, y así ser parte de la continuidad de las familias a las que pertenecen. Miles los que nunca más quieren sentir que su amor y su compromiso son un fallo, un traspié, un desvío, una anomalía dentro de la historia de los suyos y del país.

Para sacar el proyecto adelante solo basta voluntad política. El apoyo ciudadano existe -cada año en mayores números-, el apoyo político existe -con mayoría en ambas Cámaras- y el beneficio social es innegable -sin amenaza para los derechos ni la libertad de nadie más.

Esperamos que el Presidente Piñera cumpla su compromiso de dar más y mejor protección a «todas» las familias; actúe acorde con su ideal de país, aquel en que todos tengamos las mismas oportunidades para alcanzar la felicidad; apoye a las familias diversas en su justa demanda de igualdad ante la ley.

Sintámonos orgullosos de vivir en un Chile que respeta por igual la dignidad y los derechos humanos de cada uno de sus habitantes.

Pablo Simonetti
Director de Fundación Iguales

 

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