“Un acto de terror y un acto de odio”, en palabras del presidente Obama. El autor había hecho comentarios homofóbicos a su entorno, había adquirido legalmente un rifle de asalto y, previo al crimen, había llamado a la policía para declarar su militancia en el autodenominado “Estado Islámico”. Su fanatismo religioso fundamentalista terminó en la peor matanza en Estados Unidos después del 11-S, apuntando además específicamente a un grupo históricamente discriminado.
La respuesta por parte de las autoridades y la ciudadanía norteamericana ha sido rápida y ejemplar, condenando el brutal ataque no sólo por la tragedia, sino también por atentar contra la comunidad LGBTI en un lugar propio de celebración, solidaridad y orgullo.
Este espantoso episodio nos recuerda que ciertos grupos, como la diversidad sexual, están permanente expuestos a múltiples formas de discriminación, hostigamiento y violencia, muchas veces con pretendidas justificaciones culturales o religiosas, incluso en aquellos países que cuentan con legislación que previene y castiga la discriminación arbitraria y los crímenes de odio. En este sentido, es importante inculcar tanto a la ciudadanía como a funcionarios e instituciones del ámbito público y privado, incluidas las religiosas, que la más leve insinuación de discriminación arbitraria puede servir siempre como justificación de actos criminales en una mente desquiciada.
Sebastián Gray
Director Fundación Iguales