Por Matías Trujillo, Coordinador Comisión de Difusión de Fundación Iguales

 

Con la llegada del nuevo gobierno de Michelle Bachelet, reviven las esperanzas de un Chile más justo e igualitario, el mismo país que prometió a través de sus propuestas y convicciones de campaña. Es en ese momento cuando la actual presidenta escucha la demanda ciudadana del Matrimonio Igualitario, proyecto de ley que busca modificar la actual configuración del matrimonio y abrirlo a todas las personas, independiente de su identidad de género u orientación sexual.

Alrededor del Matrimonio Igualitario se tejen varios argumentos en contra, los cuales contienen, voluntariamente o no, un sustrato homofóbico ya que producen condena, aversión, temor y proscripción hacía la diversidad sexual.

En primer lugar, los detractores al proyecto en cuestión apelan a su definición tanto semántica como cultural. Si bien la palabra “matrimonio” deriva etimológicamente de la expresión matri-monium, donde matrem significa “madre” y monium, “calidad de”, o sea,  el derecho que adquiere una mujer para ser madre en la legalidad, nadie hoy en día apela a que se paguen los salarios en sal o que se reduzca una ciencia social tan fundamental para el desarrollo del país a un ámbito doméstico, como lo es en el caso de la economía. Por su parte, en cuanto  su definición cultural, el matrimonio ha cobijado varios sentidos. Éstos han sido construidos a través de los contextos socio-culturales y políticos de momentos históricos determinados. Sin ir más lejos, las primeras definiciones del matrimonio provienen del Decreto de Graciano de 1140 y de las Decretales de Gregorio IX de 1234, las cuales ponen énfasis en la comunidad espiritual que constituye la unión matrimonial. Posterior a ello, en el siglo XVI los intelectuales católicos añadieron a la definición de matrimonio el “ius in corpus” o bien, el “derecho al cuerpo”, de tal forma que comienza una tradición corporal que se mantiene hasta nuestros días, el cual verifica el vínculo matrimonial. La evolución en si no es azarosa, en estas conceptualizaciones vive una hegemonía heteronormativa dominante que se orienta al fin económico y político de la descendencia, la prole. Actualmente existe una idea masificada del matrimonio que se sostiene en estas premisas corporalistas, razón por la cual se le acusa de ser una institución machista. No obstante, su concepción fundada en los Derechos Humanos lo liberta de estas ataduras, volviéndolo igualitario en cuanto a acceso y roles de género.

De la definición anteriormente mencionada se desprenden dos argumentos empleados para atacar el proyecto: el de la procreación y el de la creencia de que se desvalorizará la institución familiar. En cuanto al primero, se concibe como una de las finalidades para el matrimonio dada la noción “ius in corpus” que recogió el Derecho Canónico, influenciando las legislaciones civiles en Occidente. Aun así, esta concepción va en retirada. La actual legislación no establece como requisito el coito ni les impide casarse a las parejas que por diversos motivos no pueden o no tienen hijos. Sólo basta con ser heterosexual y pedir una hora ante el Registro Civil, entre otras cosas. En segundo lugar, anuncian una desvalorización de la familia ya que supuestamente el matrimonio entre parejas del mismo sexo se entenderá como una institución debilitada ante la sociedad. Algunos ejemplifican esta situación con que una moneda devaluada crea desconfianza en el sistema económico, del mismo modo en que un matrimonio falso crea desconfianza en las relaciones interpersonales. Sin embargo, los que luchamos por el matrimonio igualitario queremos casarnos para obtener protección legal y reconocimiento social, por lo tanto, ¡consolidar una familia al igual que los heterosexuales! Lo más paradójico de todo, es que se nos niega un derecho que muchos por opción, rechazan.

Por otra parte, la ignorancia respecto a la sexualidad y afectividad humana son favorables para regímenes morales obtusos – en el sentido que se niegan a incorporar los avances de la ciencia- que comprenden a la diversidad sexual como una decadencia cultural, asociándole muchas veces los vicios que la justicia condena. Sin ir más lejos, en base a esto se dice que la aprobación del matrimonio igualitario conducirá al incesto, la poligamia, y las relaciones sexuales con todo tipo de cosas y animales. Fuera de lo errónea que es esta creencia, los violadores, pedófilos, traficantes de las más diversas especies, ladrones, entre otros desdichados tienen plenas facultades para casarse. Y se casan.

MichelleBacheletEn último lugar, es importante destacar que el Matrimonio Igualitario tiene un carácter civil, por lo que bajo ningún motivo es materia confesional. Ninguna iglesia se verá obligada a casar a parejas de la diversidad sexual, no obstante, si alguna de ellas cree en que el matrimonio es también un derecho fundamental, amparándose en los Derechos Humanos, será bienv

Por último, hay expectativas que se cumplen tan sólo con convicción y voluntad. La sed por igualdad en derechos y dignidad, que aviva nuestra propia diversidad, debe conducir el “amplío debate” al cual se comprometió Michelle Bachelet. Parafraseándola en su primer discurso de presidenta en ejercicio, “Chile tiene un adversario, y ese adversario se llama desigualdad”.enida en la construcción de una sociedad más inclusiva y respetuosa.