las mismas expresiones odiosas de grupos religiosos fanáticos vertidas a viva voz esta semana en el Senado podrían probablemente quedar avaladas por estas excepciones y revestidas de «razonabilidad». El principio de no discriminación queda relegado, con la redacción actual del proyecto, a un derecho de menor entidad, de aplicación residual, sin valor efectivo. Tal vez una manifestación involuntaria del subconsciente de nuestra clase política que parece afirmar que la invocación de cualquier libertad es suficientemente «razonable» y superior a toda demanda de mayor igualdad en este país, uno de los más desiguales del mundo.